viernes, 27 de enero de 2012

AL METER LA PATA













No me digáis que no.  Todos, absolutamente todos, hemos metido la pata alguna vez.
Dicen que meter la pata, de vez en cuando, es humano.  Yo puedo aseguraros que soy un maldito extraterrestre.  


Esos momentos en los que todo va bien, mas que bien, va perfecto o eso parece y de golpe y porrazo se te queda cara de póquer y no entiendes nada de nada hasta que las cosas van cuadrando y desearías en ese momento ser, lo que sea, pero sin la capacidad de hablar para, y con perdón de la expresión, dejar de cagarla.
Da igual el contexto, reunión social, familia, pareja, amigos... siempre meteremos la pata, al menos, una vez.  Y yo os puedo asegurar que hasta más de una y con la misma persona.  Lo mío no tiene nombre.

Luego, evidentemente, viene el remordimiento.  El tierra trágame, quiero desaparecer, en donde está el puñetero botoncito para rebobinar este momento y evitar que esto esté pasando o cualquier cosa que se nos pase por la cabeza para intentar eliminar esa situación.  Yo llego a chasquear los dedos para ver si consigo hacer desaparecer el momento.  ¿Original?  Muy poco.

También hay que tener en cuenta la envergadura de la metedura de pata.  No es lo mismo decir algo sobre una fiesta sorpresa delante de la persona que va a recibir la fiesta o hablar sobre haber visto a tal persona con otra delante de su pareja, sobretodo cuando la pareja no conoce a esa otra persona y es de su mismo sexo.  Vamos, no le digas a un tío: -El otro día te vi acompañado con una rubia en "nosedonde".- y que a su lado esté su señora.  ¡Eso nuuuuuuuunca!

Y después nos encontramos con la situación del que recibe la metedura de pata.  Hay reacciones de todos los tipos.  Seguramente la señora del tipo del caso antes mencionado tuvo una reacción de lo más fiera, a menos que la rubia fuese la madre o hermana de dicho tipo.  Si no es el caso...
Están aquellas personas que reaccionan con una risa forzada mientras sus ojos están gritando: - ¡Ya verás, tú!  Hay otras que les puede dar por llorar, según la metedura de pata; otras reaccionen con agresividad, con venganza un tiempo después, con silencio, con la utilización del <¡te vas a cagar!> y comiencen a soltar verdades de esas que duelen mucho.  Vamos, un abanico de lo más amplio. Para todos los gustos y colores.

Pero, ¡qué hacemos los metepatas?  ¿Cómo podemos hacer para dejar de liarla tanto?  
Esa respuesta de cortarse la lengua no sirve, seguro que encontramos alguna manera de seguir metiendo la pata.  ¿Controlar nuestros impulsos mediante la implantación de un chip en el cerebro que detecte cuando vamos a liarla y nos suelte una descarga eléctrica de esas que te tiemblan hasta las pestañas?  
No lo sé, sólo sé que tarde o temprano la volveremos a liar.  Así que tened un poco de paciencia, somos buena gente y no lo hacemos con maldad.  Además, si os deshacéis de nosotros alguna otra persona ocupará nuestro lugar y seguro no os querrá tanto como lo hacemos nosotros.

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