sábado, 14 de agosto de 2010

PÁGINA EN BLANCO

Es tremendamente curioso como la mente nos juega malas pasadas. Estamos todo el día dándole vueltas al "coco", miles de ideas, miles de pensamientos, muchísimos sueños que realizamos con los ojos abiertos, extremos pensamientos de venganza hacia alguien, planes para días posteriores.... pero cuando uno quiere expresarlos, al cabo de unas horas, se le queda la mente en blanco.

La cuestión no es que no tengamos nada que decir, todo lo contrario, tenemos tanto que decir que no sabemos como hacerlo y no hay manera de desenvolverse.

Hay montones de ejemplos en los que nos podemos basar, como por ejemplo:
Has estado todo el día pensando en alguien, tienes tantas cosas que decirle que se te hace hasta engorroso pensarlas. Planeas todas tus palabras, cada momento de silencio que utilizarás para volver a coger aire, para esperar una respuesta. Incluso te has permitido el lujo de recrear la expresión de su cara al escucharte. Pues cuando tienes la oportunidad de poder decir todo lo que has estado macerando en tu mente durante horas, no te sale nada. Y, vuelvo a repetir, no es que no tengas que decir, es que tu mente se paraliza, tus palabras van desapareciendo y poco a poco vas olvidando todo tu excelso plan. Ya puedes encontrarte a esa persona por la calle, haber quedado con ella en algún lugar o encontrártela conectada a internet. No hay manera de soltar palabra.

Otras personas tienen la sana costumbre de anotar sus pensamientos o sentimientos en un papel. Lo que, también, llamamos un diario. Es tu confesor privado, allí escribes todo y de todo. No hay secreto que no puedas dejar plasmado. Pues también. Coges un bolígrafo, abres tu diario, estás dispuesto a dejar tus entrañas en cada palabra que vas a escribir... y nada. No te salen. ¿Pero qué demonios ocurre? Puede llegar a ser angustiante, de verdad.

Peor es cuando estas palabras te tienen que servir de recurso laboral. Vamos, que tienes que enfrentarte a una exposición sobre algo en lo que has estado trabajando. Te ha llevado centenares de horas y, ahora, se verá tu trabajo recompensado. Dispuesto te enfrentas, cara a cara, con un tribunal, con un grupo de ejecutivos, con quien sea que te tiene que evaluar y dar el visto bueno a tu trabajo o, en caso contrario, lapidar todo tu esfuerzo. Te preparas, coges impulso y... todo queda en un absoluto silencio que no eres capaz de romper. ¿Llorar? Puedes hacerlo pero seguirás sin poder exponer tu trabajo. ¿Salir corriendo? No es mala idea, pero no creo que demostrar tus dotes como corredor de fondo vaya a sanar la mala jugada que te ha causado tu mente.

Vamos, que pueden ser nervios, tensión, un ataque de ansiedad... todo se nubla, no hay nada en tu cabeza. Yo creo, más bien, que tu mente va por su cuenta y, un día cualquiera que acostumbra a ser uno demasiado importante, decide gastarte una broma pesada. Ella va a su "rollo" y opta por "descojonarse" un rato mientras a ti parece que se te acaba el mundo.
Y hay que estar atento, porque, tarde o temprano volverá a actuar.

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